Decoración: ¿Qué es el minimalismo?
Tras la tormenta, siempre viene la calma. Y tras años muy movidos y convulsos tanto en lo social, como en lo político y artístico, los 90 traen calma, de manera estética también.
La nueva década trajo consigo el minimalismo, una tendencia que aboga por formas depuradas y la ausencia de estridencia en el diseño. Se trata de un movimiento con multitud de seguidores que encuentra sus raíces en la sencillez racional del modernismo y en la naturalidad de la calma oriental. En este post descubrirás cómo la frase “menos es más” del arquitecto Mies van der Rohe puede aplicarse a la decoración de tu propio hogar.
Origen
El surgimiento del minimalismo fue a finales de la década del 60 en Nueva York, con orígenes en Europa, gracias al prestigioso arquitecto alemán Ludwig Mies Van Der Rohe, recociendo hoy como uno de los arquitectos más importantes de este siglo. El arquitecto prestigioso Ludwig Mies Van Der Rohe expresa sus primeras ideas acerca de la pureza de las formas (las que son precursoras del minimalismo) durante el periodo de su trabajo en la dirección de la Escuela de Arte y Diseño de la Bauhaus, en Alemania, a finales de los años 30.
Al inicio de los años 60 se integra en Nueva York en el movimiento del arte mínimo y geométrico en las artes visuales. Su obra arquitectónica se destaca por la composición estrictamente geométrica y la ausencia total de elementos ornamentales, pero su poética radica en la sutil maestría de las proporciones y en la elegancia exquisita de los materiales (en ocasiones empleó mármol, ónice, travertino, acero cromado, bronce o maderas nobles), rematados siempre con gran precisión en los detalles.
Formalidad y sobriedad, las principales claves
Los años 90 supusieron la vuelta de muchos de los preceptos preconizados por el movimiento moderno, que reniega de cualquier referencia a la historia y propone un no a excesos de ningún tipo.
Aparte de heredar la formalidad del movimiento artístico del mismo nombre y las intenciones del movimiento moderno, los minimalistas reciben la influencia de la tradición japonesa. Estamos hablando de la filosofía budista, que acumula seguidores por su afán de simplicidad. En este tipo de ambientes, por ejemplo, las plantas encuentran su acomodo, dando un toque de vida y naturalidad.
En estos espacios no se permite que ningún elemento o ruido perturbe o interfiera en su limpieza y pureza. Para un ambiente minimalista, toca tenerlo todo en orden. El blanco, que es un punto fuerte en esta estética, acentúa esa pureza visual.
La principal idea minimalista es conseguir un ambiente parecido al de una celda monacal. Sin estridencias, con colores suaves y neutros. Y a esto hay que añadirle pocos objetos y elementos decorativos que busquen la reducción.
La sencillez, principal protagonista
La austeridad es el lema principal sobre el que gira el minimalismo. Los objetos están diseñados con exquisita sencillez y que, aunque parezca que los hemos visto en otro sitios, al acercarnos descubramos detalles inconfundibles. Su esencia descansa en el lujo de los materiales nobles, evitando grandes gestos y prestando atención inusitada a la calidad de sus piezas.
El vocabulario formal se reduce a la mínima expresión. Líneas sobrias, escuetas, pureza estructural y geometría en su modo más básico, se vuelven la norma o el modelo aspiracional.
Negro sobre blanco; blanco sobre negro: dos colores que transmiten el rigor y rectitud con una contundencia que se complementa con una estética que huye de toda veleidad ornamental. También el gris y el blanco son colores minimalistas a tener muy en cuenta.
Esta es la esencia del minimalismo. Y tú, ¿las vas a aplicar en tu hogar?
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